Tres teorías sobre la jerarquía de género.

Comprender los procesos sociales de la historia en los últimos milenios desde la revolución agrícola, es abrir una puerta al misterio de cómo Homo sapiens consiguió organizarse en redes cooperativas en masa cuando no estaban favorecidos biológicamente para ello con tan espectacular éxito. Podríamos argüir que Homo sapiens supo crear órdenes mentales imaginarios y códigos escritos que les permitió conquistar el más alto puesto de la pirámide evolutiva. Sin embargo estos órdenes generaron grupos artificiales dispuestos en jerarquías y esto no resulto muy beneficioso para algunos. Los niveles superiores disfrutan de privilegios sobre los inferiores. Aristóteles (que para todo lo bueno citamos) afirmaba que “los esclavos tenían una naturaleza servil, mientras que las personas libres (aristócratas demócratas) tenían una naturaleza libre; por tanto su nivel en la sociedad es simplemente un reflejo de la naturaleza innata”. Las sociedades humanas de tecnología compleja imponen jerarquías discriminativas e injustas. En antropología no se ha obtenido ejemplo alguno de sociedades grandes (agrícola-ganaderas) que se hayan librado de tal discriminación. Los humanos hemos creado órdenes que clasifican a la población en categorías tipo: superiores y plebeyos, blancos y negros, patricios y siervos, hombres y mujeres… La mayoría de ellas carecen de base lógica o biológica, pero se perpetúan en el tiempo sostenidas por mitos…

Y hablando de jerarquías, me gustaría destacar la más común de ellas en “todas” las sociedades humanas: la jerarquía de género. Aunque no es el ejemplo más antiguo que podemos traer, ya en la democrática Atenas del S.V. a.C., se impone la idea de que un individuo que poseyera útero no gozaba de condición legal independiente y se le prohibía participar de la comunidad (vamos que no es cuestión reciente, ni franquista, ni neoconservadora…). Ninguno de sus líderes, filósofos, artistas, políticos poseyeron útero.

Así pues, ¿Qué es lo que tienen de tan bueno los hombres para tener tanto éxito? Al menos desde la revolución agrícola, la mayoría de las sociedades de homo sapiens han sido patriarcales, valorando mucho más a hombres que a mujeres. Y es interesante observar que este hecho es tan universal que no obedece exclusivamente a un suceso local aleatorio evolutivo. Incluso antes del descubrimiento de América, las poblaciones amerindias sin contacto previo con culturas euroafroasiáticas, ya eran patriarcales. ¿Y por qué razón se valora más la masculinidad que la feminidad en todas estas poblaciones? La ciencia no puede ofrecernos una razón explicativa indiscutible. Trataré de exponer algunas teorías que manejamos.

Una de ellas, muy común y que analizaremos en primer lugar es la utilización de la fuerza muscular del hombre. Al ser estos mucho más potentes muscularmente, la han usado para el sometimiento de la mujer. Dicho más elegantemente, la fuerza permite monopolizar tareas que exigen un trabajo duro (labrar, cazar, achicar agua) y esto les confiere el control de los alimentos y por trasferencia el poder político. Pero curiosamente a las mujeres se las ha excluido de profesiones que no requieren de fuerza física: las leyes, la política y el sacerdocio… Además no existe relación entre fuerza física y poder social. Me explico: las personas de mayor edad (menos fuertes físicamente) ostentan el poder sobre los más jóvenes (los que van a la guerra). Incluso entre nuestros primos los chimpancés, el macho alfa llega a su posición a través de establecer relaciones de cooperación e intercambio con otros machos y hembras, antes que por el ejercicio de la violencia. En realidad a menudo se observa una relación inversa entre gesta física y estatus social. Si lo que importara de verdad fueran las capacidades físicas brutas estaríamos en una escala intermedia, ya que existen otros animales mucho más fuertes que nosotros. Pero nuestras habilidades mentales y sociales (cooperación, lenguaje, trasmisión de la información…) nos han situado en la  cúspide de la evolución. Por eso esta teoría de sometimiento por la fuerza física a la mujer no explica esta jerarquía social.

Otra teoría trata de mostrar la agresividad como variable explicativa de dominancia varonil.  Millones de años de evolución han hecho a los hombres mucho más violentos. Las mujeres son igual de codiciosas, celosas y perversas que los hombres, pero cuando las tensiones se agudizan, son éstos más propensos a resolver mediante la violencia bruta. Es una de las razones por lo que a lo largo del tiempo la guerra ha sido “privilegio” masculino. En tales épocas, el control por parte de los varones es patente y se extiende así al control del contexto civil y político. Estudios de psicología social recientes muestran a los hombres con tendencias más agresivas y violentas, por tanto están mejor adaptados a servir como soldados. Pero para administrar una guerra y vencer no basta ni es suficiente la fuerza bruta, se necesita planificación, estrategia, organización, cooperación, manipulación. Características que coinciden con el estereotipo femenino: mejores manipuladoras, pacificadoras, con capacidades superiores para la empatía, sutiles en detectar posiciones negociadoras. Por eso resulta extraño que las mujeres no ocuparan los puestos de mando militar y político y forjaran imperios dejando el trabajo sucio a los machos cargados de testosterona, bastos y violentos. ¿Porqué no ha sido así? Otra teoría que no termina de cuajar.

Una última teoría de corte evolucionista (del que soy fiel proselitista) otorga menos significación a la  fuerza bruta y a la agresividad. Sugiere que hombres y mujeres por evolución desplegaron diferentes estrategias de supervivencia. Los hombres tuvieron que competir entre ellos por fecundar a las mujeres más fértiles. Los genes vencedores pertenecían a los  hombres más ambiciosos y competitivos (agresivos, dominantes). Una mujer, no tenía ese problema, tan sólo elegía con cuidado y atención quien podía ayudarla mejor a sacar adelante a sus hijos. Por lo tanto tuvo que aceptar muchas de las condiciones que disponían los machos reproductores. Así,  las señoras con mayor éxito evolutivo fueron las más cuidadoras y sumisas. Sin embargo, de nuevo la  evidencia empírica parece desmentir esta hipótesis. Resulta problemático explicar porque en la evolución la dependencia de las mujeres ante la crianza las hiciera más sujetas a los hombres que a otras mujeres, mucho más colaborativas. Otras especies de animales, entre los que destacan  los bonobos, que ante esta necesidad de cooperación deviene en una sociedad matriarcal, construyendo redes femeninas que ayudan a criar, mientras los machos, poco comprometidos y peleones, pasan el tiempo repartiendo mamporros y relegados a segundos puestos en la comunidad “bonobiana”. ¿Por qué no entre Homo sapiens? ¿Cómo es posible que la única especie cuyo éxito evolutivo depende de la excelente cooperación intraindividuos, los menos colaborativos (los señores sapiens) controlen a los más colaborativos (las señoras sapiens)? ¡No lo sabemos!

Lo cierto es que la dominancia varonil es un hecho, y que por fortuna, durante los últimos decenios la división de género ha experimentado una revolución maravillosa que ha precipitado acontecimientos como durante la revolución cognitiva de hace 70.000 años que nos permitió dar con la exitosa clave reproductiva: “El Lenguaje abstracto y representacional” (del que otro día hablaré). Deseo con estas líneas sumarme a las dudas que tratan de explicar algunas de las “causas últimas” que nos llevan a no tener ni idea del “para qué” de tal desaguisado evolutivo entre mujeres y hombres, y su consecuente injusta jerarquía.

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