Futbol, instintos y cultura.

 

¡Vuelven los torneos medievales! De nuevo nos asaltan las pinturas de guerra, los cánticos victoriosos, las banderas de los clanes y enseñas nacionales, el delirio, el apasionamiento, la exaltación . Los grupos de iguales toman las calles, se identifican y se enorgullecen de sí mismos y de lo que representan.  Se exporta y muestra los valores de la cultura propia vistiendo de torero o sevillana. Con el Kilt escocés se demuestra la pertenencia al clan según la coloración del tartán. Aparecen las rubias trenzas escandinavas. Se representan los valores de la república de Francia con el tocado frigio de «Marianne».  Se ingiere alcohol para enardecer sentimientos y ahuyentar el miedo a la derrota. Se agrupa y se diferencia. Soy lo que represento, de donde vengo, y quiero que me reconozcáis y validéis…

Hoy las competiciones deportivas sustituyen de forma bastante eficaz, las tensiones interculturales que acababan dirimiéndose en conflictos armados y violentos.  Me gusta comparar estas experiencias, buscar atributos comunes, relaciones de semejanza en las expresiones de lucha, conflicto y emoción con resultado incierto.

Los humanos somos animales sociales, vivimos en sociedades, en grupos. Una característica muy estudiada en psicología social es que somos hacedores de cultura; lenguaje, música, ley, moralidad, religión, status, jerarquía, matrimonio, sexo… Y todas estas características son los productos sociales que nos definen y oponen ecológicamente. Pensemos en un partido político, en su convención o en unos huelguistas en manifestación, en un partido de futbol o en las diferentes competiciones deportivas a lo largo del planeta. Afirmamos que sienten, piensan, hacen, recuerdan y planifican… Es decir les atribuimos procesos psicológicos a estos grupos  que determinan la forma en que funciona la interacción. Tal distintividad social, implica una psicología subyacente en virtud de la cual es posible la sociabilidad.

Por tanto si atribuimos procesos psicológicos al individuo en términos de mayor colaboración y entendimiento, de planificación de objetivos, de mejor distribución de los bienes culturales, es adecuado pensar que sus formas de expresión sean del mismo orden. De esta forma la evolución en la resolución de conflictos en occidente en los últimos más de 70 años, muestran una orientación más acertada hacia el dialogo y menos violenta. Se muestra así una forma más civilizada de mantener contenida las diferencias. La rivalidad no significa necesariamente hostilidad: sólo se abusa de ella para justificar ésta.

Freud nos muestra que el ser humano cae en la neurosis porque no logra soportar el grado de frustración que le impone la sociedad en aras de sus ideales de cultura. Por tanto, la expresión de sentimientos, de himnos patrios y pinturas de identificación (todos rituales de cultura) podrían servir como una válvula de escape adecuada para soportar el malestar soterrado que la cultura impone: la renuncia  a la satisfacciones instintuales, insatisfacción que rige la interacción social y que desbocada produce los monstruos más temidos.

La hostilidad, la violencia y el estereotipo, no es sólo una cuestión de educación, que también, y mucho. Ayudamos a los del indogrupo frente al exogrupo por instinto de vida, por supervivencia. Marginamos al que no es igual desde niños, ayudamos primero a los que llevan nuestros colores, a los que antes nos ayudaron (estudios psicológicos en niños de 3 y 5 años lo demuestran) y sólo las neuronas espejo, (la empatía) la educación y el control de los instintos a través de la cultura permiten una cierta convivencia intercultural: El hombre civilizado ha trocado una parte de posible felicidad por una parte de seguridad (Freud 1930)

Así pues, bienvenidos  estos «torneos» mediadores de conflictos interculturales; antaño fuente de ejercitada violencia, hoy forma civilizada de resolución instintual de diferencias nacionales. Y sí, tienen razón, siempre hay supporters que buscan y practican la violencia. Inevitable.  Aunque siempre se puede vincular mucho mejor y entre sí a un mayor número de personas, con la condición de que sobren otros en quien descargar los golpes. Práctico y políticamente incorrecto, pero no soy político y sí interesado de la ciencia social.

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