¡Buen Camino!

Todo el que haya hecho el Camino de Santiago conoce bien la exclamación de ánimo y mente del título. Así nos saludamos. Y el que no haya tenido la oportunidad, las ganas, o le importe un pimiento de padrón esto del Camino, le pido que me disculpe.  En mi caso, que si está hecho por segunda vez, siento la necesidad de otorgar sentido al titular.

Todos podemos suponer que la vida tiene muchos y diferentes caminos, unos llevan a Roma, otros a Jerusalén y otros a Santiago. Por su puesto, muchos más, llevan a otros muchos sitios más, tantos como personas y propósitos viven. Pero todos entendemos que un buen camino es aquel que nos lleva a nuestro destino e intentamos que resulte cómodo.

Todo camino requiere de un Inicio, la ilusión, la creencia que proporciona el empuje de los primero pasos. Trayecto, un transitar, el mapa que guía y orienta el compromiso, que proporciona los medios para lo propuesto. Por su puesto, la intención que dirige la energía de  forma adecuada, el Motivo. Por último, destacaría como muy relevante, el acto de llevarlo a término, la Volición. Cómo sino podemos ponernos en marcha, continuar y superar casi cualquier adversidad. Observen que no subrayo el fin…

El pasado mes de Agosto inicie el Camino de Santiago junto a mi hijo Diego en bicicleta (es mi medio casi natural). Por cierto. Llamada urgente a los «señores ciclistas». Un poquito de consideración a los caminantes. El que quiera mostrar y demostrase que es un Indurain, que no lo haga en el Camino. Por favor. Respeto. Los amantes de la bicicleta me entenderán.

Continúo.

Disfruté de mi hijo. De rodar en bicicleta. De las frescas mañanas. De la niebla de madrugada. De Montañas gigantescas, bellos páramos, ricas vegas y bosques encerrados en su frondosidad. De aldeas de granito grisáceo y musgo verde, atravesadas por caminos mágicos entre castaños, robles y helechos. De románico y signos mistéricos en sus piedras. Puentes, colinas y riveras. De abadías. Agua, afluentes y ríos. Del silencio y los sonidos de nuestro rodar en callada actitud reflexiva. Un lenguaje único, introspectivo para cada persona. En la ausencia de noticias del mundo se desencadena una sensación de tranquilidad, una conexión con lo inmediato, con lo relevante para continuar, lo cotidiano, con tu vida. No necesito el teléfono, ni el Facebook, ni el Twitter… Me encuentro bien, feliz. Estoy en comunión con lo que soy y con lo que más quiero. Me siento en paz. Y cómo peino canas, me asalta la duda de… ¿Cuánto durará el efecto sanador del Camino? Esta vez me propongo estirarlo.

Esta descripción sólo puede interesarme a mí, el experimentador de las sensaciones descritas. Pero no es la belleza del Camino sobre lo único que deseo escribir en esta ocasión, sino de su lenguaje oculto que acerca a la comprensión. De la maravillosa metáfora que ofrece: el camino como enseñanza vital. De los momentos más duros y difíciles. De los momentos en los que quieres morirte o gritar no puedo más. Donde las piernas duelen muchísimo y quieres bajarte de la bicicleta. Cuando los pulmones parece que estallan o el sudor te deshidrata y las fuerzas te abandonan. Cuando ves que el camino se levanta, se eriza y encumbra. Cuando crees que en la siguiente curva se vence y no, se iza aún más desafiante. Y tienes que continuar. No existe otro modo. Nadie vendrá a hacer tu trabajo.

 

—Continúa Diego, no pongas el pie en tierra— le gritaba unos metros delante.

—Tú puedes— estaba roto.

—No pienses en lo que nos queda. Mira a metro y medio ante ti. No más.

—No pares. Si lo haces, será fácil rendirte…eres un león— intentaba animarle. Y así lo hizo. No puso pie en tierra y consiguió vencerse. Y su cara se iluminó de agotamiento y orgullo al llegar a la cumbre. Y así, una tras otra. Y creció, y confió en él, y se hizo fuerte, y acabó las últimas etapas por delante de mi…

 

Ésta para mi es la enseñanza del Camino, la vida no como fin, siempre trazando objetivos. Si no la vida como medio. ¿Para qué?, cada uno debe responderse a sí mismo. Si quiere. El fin nos puede ayudar, por su puesto. Nosotros queríamos llegar al campo de la estrella. Pero un esguince, una caída de la bicicleta, una enfermedad, tantas cosas pueden hacer que tengas que abandonar y no conseguir tu objetivo. Cuando lo pienso, sé que lo que me hace sentir bien, es mi orgullo por hacer lo que tenía que hacer, y lo que podía hacerse.

El camino vital, contiene diversos momentos en los que las dificultades se posicionan en vanguardia y relegan nuestro arrojo, ánimo y valoración. Pero es en estos momentos cuando más osados debemos ser, reunir toda nuestra bravura para mantenernos en el esfuerzo. Ser audaces y buscar la adecuada motivación. No mirar al final del camino, sino tan sólo unos metros por delante. Olvidar el fin. Mirar al presente. Y nuestra constancia, aliento y arrestos encajará las piezas.

Porque como ya saben amigos, el camino además de maravilloso, en ocasiones puede ser insensible y riguroso.

Pero que les cuento que no sepan… tan sólo desearles:

 

                ¡Buen Camino!

 

 

 

P.D.: Mi Inicio, transitar y mostrar a mi hijo una enseñanza que le acompañe a lo largo de su vida y le ayude cuando desfallezca. Mi trayecto, el Camino de Santiago como metáfora de vida. Mi motivo, mostrar que nunca podrá poner en manos de otros su propio esfuerzo. Creer en él mismo. Mi voluntad, ser ejemplo y guía en todo momento. Y de esto ha salido las mejores vacaciones de mi vida, de sufrir y reescribir el sufrimiento, de otorgarle valor al desaliento, de superar lo adverso. Gracias Santiago.

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